07 agosto 2007

Corrector de estilo

Llego a través de Gesmida (a quien no conozco personalmente, pero que es azul como yo :-) a un artículo de Arturo Pérez Reverte sobre una idea que va ganando peso en mi ideario (y más después de ese dichoso librito...). No quiero volver a justificar la necesidad de buenos escritores y de que todos, en la medida de nuestras posibilidades, cuidemos la manera en que nos expresamos; en esta ocasión prefiero hablar de una profesión que hasta la lectura de este artículo yo sabía que existía pero no tenía muy clara, y a la que de hecho yo cambiaba el nombre llamándola editor: el corrector de estilo.

El nombre de "corrector de estilo" me parece un tanto rimbombante (aunque un poco de pompa y prestigio no le vendrá mal al gremio, a ver si se engruesan sus filas). Antes que el estilo, se corrigen la ortografía, la gramática y la coherencia del discurso, en un orden que a mí como telequito me recuerda mucho al modelo OSI, que al fin y al cabo tiene la misma función de asegurar el mutuo entendimiento para la comunicación entre máquinas. El corrector se asegura primero de que no hay errores de letra (ortografía), de palabra, de sintagma (gramática), de que las frases son correctas y los párrafos coherentes, para finalmente examinar la coherencia del texto completo (semántica), que es lo que más cerca está de ser el estilo en esta tarea.

Resulta evidente que evaluar si un texto es coherente y tiene un hilo argumental claro de principio a fin es bastante más complicado que hacerle una revisión ortográfica. A pesar de que hay casos concretos en que la ortografía puede ser complicada, la revisión semántica de las palabras, frases y párrafos del texto debería ser en buena lógica la labor a la que un corrector de estilo le dedicase la mayor parte de su tiempo.

Pues no lo parece... No hay más que leer los periódicos o los rótulos en televisión. A todos se nos puede escapar una falta de ortografía (o dos, o tres...), todos podemos cometer un gazapo; bien, pues yo estoy de acuerdo con Arturo Pérez Reverte, a ellos no. Se le puede escapar al periodista la primera vez que escribe el artículo, se le puede colar incluso en la revisión, pero ahí está el corrector de estilo para solucionarlo, reduciendo exponencialmente la probabilidad de que el error traspase tres filtros. Y no sólo faltas de ortografía... Basta tomar cualquiera de los periódicos más leídos para encontrar incluso errores gramaticales, semánticos... o directamente frases inconclusas, con palabras y palabras perdidas (digo yo) en la linotipia, para sorpresa del aventurado lector.

Y qué decir del otro gremio mencionado en el artículo, el de los políticos, hábiles empobrecedores del lenguaje - enriquecerlo es más difícil y no da tanto rédito - para su propio beneficio...

No es sólo ya la dificultad añadida para entender lo que leemos, ni siquiera la depauperación del lenguaje, que son problemas de por sí muy graves. Pero es que si ellos, periodistas y políticos, a los que el idioma les da de comer, lo maltratan de esa manera, ¿qué ejemplo y motivación tenemos para cuidarlo nosotros?

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