Nuevo nacionalismo
España está en la final de la Eurocopa y eso ya es bastante sorprendente. Sin embargo no puedo evitar, y apuesto a que no soy el único, asombrarme aún más por la manera en que la gente está viviéndolo en la calle que por los propios resultados deportivos.
He de reconocerlo. Cuando el otro día, andando por la calle en los minutos previos al partido de semifinales, oía los gritos espontáneos desde los coches y los balcones, ¡viva España!, resonó una cuerda muy profunda en mi interior, se removieron cimientos, temblaron instituciones internas. Yo crecí (¡no hace muchos años!) en un país abierto y libre en el que, sin embargo, cualquier muestra de apoyo al país, de patriotismo (aún cuesta escribir esta palabra que parece inaplicable a España), incluso de identificación no justificada (cuidado con cuándo decir "yo soy español") hacía volverse las espaldas, aguzarse las miradas, proliferar los silencios. Todas esas expresiones habían sido secuestradas por la historia, y nosotros, los hijos de los hijos de esa historia, nos contentábamos con renunciar a ellas sin encontrar motivo ni ganas para recuperarlas.
Había, es cierto, una única excepción, el deporte. En él tenían cabida, con el máximo comedimiento que permitía la pasión deportiva, profesiones de nacionalismo casi siempre cojo, manco o capado, que se esforzaba ridículamente en aclarar que esta bandera que llevo es la de la Selección, que este viva España que grito (bajito) es un viva el equipo español.
Para alguien que (aunque sea en el europeo alevín de cartas de Magic - no es mi caso - o en una Olimpiada de Química) haya representado a España internacionalmente, el contraste con las actitudes de los compañeros de otros países siempre fue impactante. ¿Por qué posan tan gustosos con su bandera? ¿Por qué nombran a su país, lo defienden, se identifican con él? ¿Acaso han enviado en las delegaciones sólo chavalitos de la más extrema derecha? No es un problema patente en el día a día, pero, en situaciones en las que pega, esta carencia absurda nos privaba de una faceta más de la experiencia.
No pensé que las tornas puedieran cambiar tan rápido. Este cambio, esta pequeña revolución, se ha forjado sin que me diera cuenta. Supongo que no di importancia a la actitud desenfadada de los nuevos profesionales del patriotismo - Nadal, Gasol, Alonso..., ni a los niveles de share de sus gestas en representación de España. Ignoraba también que estos niveles sólo habían sido históricamente superados por Rosa (¡de España!) y el Chiki Chiki (dejemos de lado consideraciones musicales), también en una competición internacional representando a España. ¿Y será consecuencia de este cambio el descalabro de los nacionalistas (autonómicos) en las pasadas elecciones generales? No lo sé. Sea como fuere, me parece un cambio muy positivo: los símbolos están mucho mejor con nosotros que con sus anteriores propietarios. Y ahora sólo queda ganar el domingo...