25 diciembre 2006

Novia

La mayoría de mis amigos tiene novia. Normal, claro, en gente de nuestra edad (?). Cuando un amigo se echa novia, cambia. Sí o sí. No sé si serán las dosis regulares de sexo que suelen suponer un cambio de la noche al día respecto a su ritmo anterior, el enamoramiento (quoi que ce soit) o la proximidad habitual a una fuente de cariño (que suelen ser aún más difíciles de encontrar que las de sexo, y diez veces más necesarias). Vamos, que no sé la causa, pero los efectos se muestran desde el primer día.

Muy comprensiblemente, cuando un amigo se echa novia, ella pasa a ser el centro de su vida. No es de extrañar. En una vida áspera, peluda, dura, oscura, monótona y triste, irrumpe de repente un ser suave, blando, delicado, luminoso y divertido. A tope con él... ¿Y qué pasa con tus ásperos, peludos y duros amigos (lo de duro es compatible con haber llorado viendo Titanic)? Pues en general no lo sé, pero mis amigos con novia pasan impepinablemente por una serie de fases conmigo.

En primer lugar, está la fase Houdini. La de ¡zas! echar la bomba de humo y desaparecer. Es cierto, antes nos veíamos casi todos los días, nos contábamos las penas, incluso (¡o paradojas de la vida!) me decías muy bajito cómo te hormigueaba el estómago cuando veías a esa chica que hoy es tu novia. Y de repente, la nada. Pasan los días, las semanas, los meses, y ni una llamada, ni un SMS, ¡ni siquiera una llamada perdida, que es gratis! En fin. Lo entiendo. Y olé tu honradez... En vez de alargar una situación que no te aportaba, de endulzar la despedida o alargarla, directamente ni una señal de vida. Qué lección...

En segundo lugar, viene la fase Raskolnikov. Después de un tiempo indeterminado, y siempre siguiendo la curva suavemente descendente del enamoramiento, llegan los remordimientos. Esa neurona pequeña y remota donde guardabas el recuerdo de mí, tu amigo, no murió con el alcohol de la última noche de vino y rosas. De hecho, desde que no sales con tus amigos y no bebes, tus neuronas florecen de manera inusitada. Y hoy, que suele coincidir con el día que ella mostró su levísima disconformidad por el color de la rosa que le regalaste, o que no te miró a los ojos cuando le dijiste que estabas cansado después de sólo tres horas de compras, esa neurona se activó. Hace un montón que no veo a éste, soy un poco impresentable, a ver si organizo algo y quedamos. O bien, incluso más realista y calculador, últimamente veo muy poco a éste, mira que me han dicho veces que me puedo arrepentir en un futuro de no conservar mis amistades al echarme novia, voy a ver si un día de estos le doy un toque. Y ahí empieza un rosario deslavazado de quedadas para hacer cosas de amigotes como echar un partido, ir a cenar (en grupo), ir al cine (en grupo, y siempre Schwarzenegger, Stallone, Seagal o los que toquen según la década), etc. Qué profunda amistad... Yo, por supuesto, accedo. Al fin y al cabo, y aunque esto no importa, para mí el mundo no cambió ese diecitantos de nosecuándo cuando te echaste novia (o eso creía yo), y para mí sigues siendo un amigo (no sólo un amigote), alguien con quien apetece estar de vez en cuando, a quien se puede echar de menos, y esas cosas.

La fase Raskolnikov suele durar bastante. A veces incluso años. De ella, las cosas pueden evolucionar de dos formas. Lo probable es que se pase a la fase Ente. Mi amigo, que era una persona, pasa a fundirse en un ente con su novia, en el que se confunden opiniones, intenciones, aficiones, comentarios... Ya no sé a ciencia cierta si mi amigo es él, o ellos. O ello. Pero el caso es que quedan conmigo. Les parezco divertido. Se lo pasan bien. Me llaman (indistintamente) y me proponen planes diversos en los que siempre están ellos dos (ello) y a veces más gente. Obviamente, esas tonterías que separan una amistad de una amigotería como el contarse las cosas, la confianza mutua o la sinceridad nunca se diseñaron para una cardinalidad de uno a dos. Pero bueno, después de todo hacía siglos que no veía a mi amigo tan a menudo...

La otra posibilidad es pasar a la fase Quimera (he oído casos también en los que se ha llegado a esta fase después de un tiempo de Ente). Fase también llamada Unicornio o Vacaquevuela (off-topic: ¡pero no oveja azul!). Un fase en la que mi amigo vuelve a serlo. En la que se da cuenta de que sentimientos como echar de menos o tener ganas de compartir tiempo con alguien no son exclusivos de una relación de pareja. En la que vuelve a contarme alguna de sus preocupaciones, o sus miedos, o sus ilusiones; incluso, en estadios muy avanzados, ¡a escuchar los míos! En la que aparte de quedar en grupo y también con su novia y yo, alguna vez me llama (motu proprio) y me propone quedar, ¡incluso sin tener decidida la actividad de antemano! (Nota: sólo estadios avanzados). En la que nada vuelve a ser como antes, sino mejor, porque yo he recuperado un amigo y él está feliz de disfrutar de su pareja y de mi amistad. A mí todavía no me ha pasado con niguno de mis amigos, pero sé que es cuestión de tiempo. Ya veréis...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó mucho la puesta por escrito de las distintas fases del noviazgo desde el punto vista del amigo, y estoy en casi todo de acuerdo, mas bien, en casi todos los casos.
Pero,crees que esto se da igualmente en hombre y mujeres? Sabiendo todo esto, crees que estas esento de caer en lo mismo?

Diego dijo...

Mmmm... La verdad es que yo siempre hablo de mis amigOs y sus noviAs, así que me centro en un tipo muy claro de relación de pareja y conmigo. Voy a pensarlo, y si se me ocurre algo interesante escribo otro post :-).

Y desde luego no me creo exento de caer en lo mismo... No lo termino de ver como algo en lo que mis amigos tengan mucho poder, la verdad, casi más como un proceso fisiológico y, por tanto, sólo dependiente de la "cosntitución" de la persona y no de su voluntad... ¿O no? En cualquier caso, ahí queda la crítica escrita, para que si llega el caso me la echéis a la cara sin piedad :-).

Anónimo dijo...

Naturalmente,el amor cambia en las personas su estilo de vida. Este cambio es unas veces pasajero y otras dura toda la vida, así son las cosas y así seguirán siendo, porque el amor es el mayor aliciente (o señuelo?)que Dios ha puesto en la humanidad para que siga viva, pero es también un aturrullamiento que no te permite ver con nitided el futuro inmediato, por eso dura poco y casi nunca es equilibrado, puesto que 100 entre 2 no son 50; son 60/40, 80/20... Lo verdaderamente difícil es que esta suma se acerque siempre a 100 y digo suma, porque no es lo mismo que 100 sean de una sola parte. Aquí, contrariamente a la aritmética, en mi opinión, quizá por egoismo, uno se considera mejor pagado cuando da, que cuando recibe. No se, no se, me he perdido en un berenjenal del que no se puede salir de cualquier manera, así que me voy a un socorrido poema anónimo del que sólo recuerdo lo siguiente:El Amor, el amor puro, no es tan solo la caricia, ni el requiebro, ni el halago, ni el deseo satisfecho, ni el capricho conquistado. El Amor, es darlo todo, sin sentirlo, ni medirlo, ni pesarlo...Sonreir ante un amigo... aunque estemos sollozando

Anónimo dijo...

Como dice la canción "Los animales de dos en dos ua, ua; los animales de dos en dos ua, ua"
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