26 febrero 2008

Diario de un lunes de febrero

Hay ciertas cosas en la vida que nos la facilitan, que reducen la entropía a nuestro alrededor, que no son imprescindibles más que cuando faltan. Un gris y lluvioso lunes de febrero no es, estaréis conmigo, el día para perderlas.

La melancolía es un día de la semana. Esta mañana, el agua caía casi en todos sitios menos de la ducha. Ya lo sabía, pero ir sobre aviso no me ha quitado la mala cara: al fin y al cabo, conocer el problema es sólo el primer paso para solucionarlo. Con la mochila, aun así, cargada de ilusión como en los años de estudiante, he salido de casa hacia la parada del autobús.

Que está bien pensado, desde luego, ponerse en huelga la mañana de un lunes de febrero – yo también lo habría hecho, lo digo a toro pasado, pero durante los cuarenta minutos de espera, de paseos por los rectángulos de cemento huérfanos de marquesina, no era en eso en lo que pensaba. Convencido de que el esquivo autobús no hacía sino esperar tras la esquina a que yo tomase esa decisión, he vuelto a casa a por las llaves del coche. Estaba furioso y me sentía tonto, pero he preferido camuflar ese sentimiento con la autoinmolación de saber que, gracias a mi huida, la espera del resto de los pasajeros se acabaría en un tris.

Una hora más tarde de lo habitual, he llegado al trabajo para llevarme el peor mazazo del día, el único realmente importante, el que además golpea a un compañero que menos lo merece. Una noticia inesperada, aunque espero de corazón que reversible.

De vuelta a la rutina gris, este lunes me ha sorprendido, oh creciente coûp de théâtre, con la pérdida de una más de esas comodidades que en su diario funcionamiento pasan inadvertidas. Prescindir de la ducha caliente por la mañana, del autobús que te mece camino del trabajo y del correo electrónico que lo vertebra, organiza y hasta resuelve, el mismo lunes gris de febrero, ha sido duro: para empezar, de aceptar.

Al final, ocupado en arreglar el correo y volverlo a romper, en realizar la mitad del trabajo del día anterior y pensar en lo que se acumula para el siguiente se ha pasado la jornada laboral. Serpenteando por las carreteras de Madrid en hora punta, he llegado a mi siguiente destino, y después a casa.

Al llegar, he descubierto que, en algún punto de la historia, he perdido las llaves de casa; pero también que allí me esperaba una cena rica, un rato tranquilo y un espacio en el que poder contarlo.

Porque al fin y al cabo mañana, hoy ya, es martes…

4 comentarios:

ailatan dijo...

35 minutos de espera he tenido yo hoy en la parada, porque han decidido reanudar una huelga de autobuses de Valencia, que llevan meses arrastrando, que hace un par de semanas cancelaron, pero que no parece que les haya durado mucho la conformidad. He tenido que caminar un buen paseo hasta encontrar un taxi libre.
Estamos alineados...

la_de_burgos dijo...

A ver si acaba febrero y te arreglan la ducha y con ello el ánimo!

Y es que, si todo esto sucede en viernes se ve con otros ojos...

@ailatan Tanta alineación mosquea, jeje

Anónimo dijo...

Soy Pablo a mi me gustan los Miercoles pero, hoy no ha sido mi mejor dia. Nos han castigado porque algunos niños se han portado mal en la biblioteca y nos han quitado la hora de gimnasia. Que tengas mucha
suerte. Un beso.

cesar dijo...

Una buena cena siempre lo arregla todo ;-)