26 noviembre 2007

Una historia cualquiera

Él apenas la miraba, aunque a menudo coincidían en el mismo grupo. Se dirigía a ella con fría cordialidad. Flirteó y salió con todas aquellas mujeres vacías hasta que se casó con una parecida a las demás. Y todo este tiempo ella se debatió entre la huida o hacer alguna barbaridad, pero no hizo nada (nadie lo habría entendido). Tan solo estar siempre ahí. Siendo fuerte, alcanzando el éxito de tanta abnegación, luchando por no desmoronarse cada vez que él pasaba a su lado. Desafiando a la naturaleza, su vida como una manzana que crece y se hace fuerte a pesar del gusano que ha devorado ya la mitad dejando un gran agujero negro. Acostumbrándose a esa mutilación, haciendo de la carencia una parte de sí.

Y esta semana él la había llamado dos veces. Le pidió que le acompañara a comprarse una corbata. Antes y después de la llamada, ella sin dudarlo habría dicho que no, pero en el momento no fue capaz de negarse. Y ahora él estaba allí. Su sueño se había hecho realidad. Estaba ahí delante, mirándola, deshaciéndose en amor por ella después de tanto tiempo, inflamado de sentimiento puro, de pasión. Con esa sonrisa irresistible y una gran margarita blanca. Sin un ápice de remordimiento por los años pasados. Sin tener ni idea de su sufrimiento silencioso. Sin saberse la causa de su vida a medio vivir, de su pasado mutilado. Tan solo sonriendo, rezumando futuro.

Y ella no cambió la mueca, y sólo dijo: "no". Fue plenamente consciente de que esa palabra hacía infelices a dos personas, y a ella mucho más que a él. Tuvo en ese instante la visión nítida de otros tantos años iguales, imagen especular de los vividos. Pero no pudo decir otra cosa. No era capaz de olvidar. El lastre del pasado le impedía dar un paso al frente. El agujero de la manzana había llegado ya al corazón.

2 comentarios:

Gonzalo dijo...

Buena historia, "aunque" sea tan triste. Sí, señor.

cesar dijo...

Muy buena, sí señor. Quremos más! Queremos más!