27 diciembre 2007

Cine

Como ya he dicho en más de una ocasión (aunque no aquí), yo no consumo contenidos. Apenas escucho música, veo poco la televisión y, lo que nos ocupa hoy, hace siglos que no voy al cine. Entendedme, no ha sido la mía con los contenidos una ruptura causada por el desengaño o la incomprensión, no; se ha ido forjando con el tiempo, lentamente, y ha llegado a un punto en el que me maravillo al contemplar la cantidad ingente de personas que no pueden vivir sin su iPod, o que ven películas regularmente (ya sea en el cine o gracias al señor Bram Cohen). Yo no soy así.

En estas fechas tan señaladas en las que uno tiene tiempo para otras cosas, me dio por intentar sacarle un porqué a esa racanería audiovisual. No sé si lo he conseguido, pero corro al blog a exponer mi flamante teoría.

Y es que el recuerdo de mis veces en el cine es siempre doble. Me acuerdo de cuando fui a ver Titanic, y acabé helado en primera fila mientras Leonardito nadaba en el Ártico. O de mi respiración entrecortada (bochornoso espectáculo) durante Bailar en la Oscuridad. Me recuerdo olisqueando a mi alrededor al acabar El perfume, incapaz de volver a mi habitación después de Cube, cegado por las lágrimas de risa en Cuatro bodas y un funeral, moqueando como el peor bebé durante tantas otras. Y por supuesto podría seguir.

¿Será que mi cuerpo ya se cansó de tanta reacción exacerbada? ¿Será que mi alma rocosa está harta de que sus muros se vengan abajo nada más acabarse los trailers? ¿Será que me turba que unos hechos ficticios me tengan en vilo más horas que muchos reales? Acaso así sea... De cualquier modo, tendré que volver al cine, aunque sólo sea para completar mi investigación.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Compañero, eres el vivo caso de espectador que se lleva en su interior parte de las películas y eso es una gozada, bajo mi punto de vista.

¡No cambies!

Un abrazo.

ailatan dijo...

Yo también vi Titanic en primero fila, jeje, y pensé que me hundía también. Y lloré desconsoladamente viendo Bailar en la Oscuridad, como no he llorado nunca... ¡miento! Me pasó también con Mi chica (la primera película con la que lloré) y Yo Soy Sam.
Pero, la cantidad de películas que te dejan más o menos como entraste...
Un apunte: en vuestra casa (de chicos) creeis que no veis la tele, pero la veis... No como los que más, pero la veis... ;)

Anónimo dijo...

Creo que cuando vas frecuentemente al cine, lo que sucede es que todos esos sentimientos solo surgen alguna vez, no siempre hay suerte de que te molen todas las pelis.

Pero, luego en casa si que ves alguna,noo? O te picas a distintas series...

No se, no lo acabo de entender...

PD: Yo también creo que veis la tele, y no poco... Pero, claro, para ganarme a mi...

Gonzalo dijo...

Hay que decir que el cine es una maravilla, incluso en estos tiempos absurdos del canon. El hecho de que se conmueva uno (siempre que no sea viendo American Pie) no es sino la confirmación del trabajo bien hecho o, al menos, la prueba de que es posible transmitir pensaciones interesantes a través del celuloide.

De manera que no te petrifiques, Diego, y selecciona bien los filmes.

P.D.: A ailatan y la_de_burgos: En efecto, en mi casa ven la tele.

cesar dijo...

Yo no sé cómo se puede vivir sin ver pelis, sobre todo en un piso compartido. Desde luego con Pita, con el otro César y conmigo te habría resultado totalmente imposible. Por tu bien ;-)